martes, 3 de junio de 2014

La no tan limpia verdad detrás de la energía nuclear

 
La energía nuclear se produce mediante los procesos tanto de fisión como de fusión. Ambos suceden a un nivel atómico; el primero, se utiliza para liberar energía en el caso de elementos pesados; el segundo, de igual manera pero con elementos ligeros.  En la actualidad la fisión nuclear, particularmente la del uranio, es el procedimiento por excelencia que se utiliza para generar energía eléctrica en los reactores nucleares a nivel mundial. Este procedimiento es, en estricta teoría, una forma en la que se puede producir energía sin repercusión alguna…si se le observa solo por la superficie. A diferencia de la fusión, la fisión requiere una serie de pasos que dependen de combustibles fósiles para su funcionamiento, entre varios otros detalles que se mencionarán a continuación a manera de crítica. La fusión nuclear, por más limpia que pueda ser como herramienta de generación de energía, no es viable en lo más mínimo: este fenómeno se presenta en las estrellas como nuestro Sol, por lo que manejar tantos miles de grados  en una planta es algo que se encuentra fuera del alcance tecnológico actual.
                Por sí misma, la energía nuclear creada a base de fisión no tiene repercusiones en el ambiente salvo cantidades ligeras de radiación emanadas en el ambiente debido a su naturaleza intrínseca radioactiva. Los sieverts, medida con la que se cuantifica la radiación absorbida por la materia viva, que se liberan al exterior se encuentran dentro de los niveles que el medioambiente mismo posee en condiciones normales. En otras palabras, eso no tendría una verdadera repercusión como algo peligroso. Como se mencionó con anterioridad, el núcleo del problema yace en los procesos intermedios que hacen posible la generación de energía.
                Uno de los problemas principales, y muchas veces ignorado, sucede en las mismísimas minas de las cuales se extrae el uranio. Se trata de subproductos tóxicos, denominados relave, que necesitan ser contenidos y almacenados en tranques o pozas de relaves, en donde lentamente los contaminantes se van decantando en el fondo y el agua es eventualmente recuperada o evaporada. El material queda dispuesto como un depósito estratificado de materiales sólidos finos. El manejo de relaves es una operación clave en la recuperación de agua y para evitar filtraciones hacia el suelo y napas subterráneas, ya que su almacenamiento es la única opción debido al riesgo ecológico que representan. Para obtener una tonelada de concentrado se generan casi treinta toneladas de relave. En resumen, almacenarle contrae gastos energéticos que se traducen a combustión de recursos fósiles; dicho de otro modo, esto es contaminación del ambiente tanto se les almacene o se les libere.
                Otro factor que entra en juego es que, de acuerdo a las leyes de la química, no toda la materia puede utilizarse de vuelta para generar energía. En el caso de los isótopos del uranio, los cuales necesitan ser enriquecidos para podérseles utilizar, se aprovechan en un 95%. A primera vista, esto puede parecer beneficioso…hasta que se cae en cuenta que ese 5% es un mundo de diferencia cuando de productos radioactivos se trata.  Los desechos necesitan ser igualmente depositados en instalaciones especiales junto con versiones variadas de plutonio, lo cual representa el mismo problema que se presentó anteriormente: ser ignorado y contaminar drásticamente el ambiente o representar gasto de combustibles fósiles, contaminando el ambiente gracias a ello.
                Por último, y no por ello menos importante (de hecho, todo lo contrario), existe siempre el riesgo de que la planta nuclear sufra algún desastre. En caso de que el reactor entre en fusión, la planta puede sufrir cualquier estilo de problemas, desde una explosión catastrófica hasta liberación de sieverts que contaminarían al ambiente de una manera espantosa. Por ponerlo de otra manera, nos podemos remitir al caso de Chernóbil y Fukushima. En ambos casos se liberó una cantidad de radiación lo suficientemente grande para contaminar la región por más de un siglo. En el primer caso, ocurrido hace ya casi cincuenta años, se abandonó el pueblo por completo y se utilizaron “tumbas” para sepultar y aislar áreas críticas que emanan aún radiación. Se estima que ha transcurrido poco tiempo para que el medioambiente se reponga del tremendo impacto sufrido.
                Ahora bien, ¿la energía nuclear debería ser prohíba por completo? Es imposible: países como Francia dependen en más del 80% en su energía total de las plantas nucleares. Lo que se podría sugerir es reducir la dependencia, con el propósito de reducir la posibilidad del colapso de los reactores. Otra medida que se podría utilizar, de manera complementaria, es utilizar recursos energéticos renovables para operar los gastos energéticos que las plantas nucleares requieren: eólica, solar, marina, etcétera. De igual manera, se debería complementar con otras fuentes energéticas renovables, como las anteriormente mencionadas. El fin de esto, de nuevo, es evitar el tercer y último riesgo, valiéndose únicamente del poder nuclear en lo estrictamente necesario.
 
 Colaboradores:
Equipo 6

  • Hilda Nallely Cardoso Estrada
  • Zayra Samantha Ruiz García
  • Diana Paulina Cortés Farías
  • Jorge Alberto Sierra Espino
  • Juan Mattei Haga

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