domingo, 30 de marzo de 2014

Los biocombustibles: soluciones complementarias versus la panacea de los combustibles.

A primera vista, los biocombustibles (también llamados biocarburantes o agrocombustibles) pueden aparentar ser la solución ante las tremendas emisiones de dióxido de carbono por parte de los automóviles convencionales; después de todo, son una fuente renovable de energía al ser biomasa y el impacto ambiental es menor al comparársele con los combustibles fósiles. Por si fuera poco, dicho combustible puede mezclarse con su contraparte convencional y las modificaciones necesarias para que un vehículo ordinario pueda utilizarle son menores y de costos manejables. Entonces, ¿a qué se debe la controversia que genera esta alternativa? Hacer un análisis a fondo acerca de lo anterior rebasa los límites de este ensayo, por lo que se atajarán tres puntos clave: el impacto en el precio y distribución de alimentos básicos, el impacto a los recursos hídricos y la deforestación.
El progreso y los biocarburantes suelen ir de la mano hasta que uno recapacita y se plantea la siguiente pregunta: ¿por qué se crecen cosechas para atender las necesidades energéticas sin atender el problema de la hambruna a nivel mundial? En efecto, un porcentaje de la población mundial no tiene acceso a los alimentos básicos y se busca incrementar su producción sin atender una necesidad que va más allá del progreso; por lo tanto, se le da prioridad a los negocios por encima de un derecho humano.
Otro efecto no deseado de esta iniciativa recae en el aumento de precios que sufrirían los recursos alimenticios. Con esto no se habla de productos especializados o aquellas excentricidades por las cuales se pagan los miles de dólares, sino material básico de subsistencia: el maíz, el trigo, el betabel y la caña de azúcar, por mencionar algunos. Al aumentar la demanda se logra un aumento de precio, y con estos aumentos tendrá que competir el ciudadano menos privilegiado para poder obtener los nutrientes básicos. Hasta la fecha, Brasil es el único país que puede presumir producir biocombustibles de manera sustentable, apoyándose principalmente en la caña de azúcar, debido a una mezcla de factores que involucran a su avanzado sistema agrario y la disponibilidad de los recursos mismos.
Similarmente, los recursos hídricos (en otras palabras, el agua disponible para llevar a cabo alguna actividad) se ven involucrados en este debate de distribución. Puesto que se pretende incrementar los sembradíos para atender la necesidad energética, es lógico esperar que las cantidades de agua utilizadas para propósitos de cultivo aumenten de manera proporcional; por supuesto, eso es sin tomar en cuenta la demanda adicional de ésta para los procesos industriales requeridos para convertir toda esa biomasa en un combustible útil. Aunque no se ha vuelto un problema crítico al día de hoy, ya que el agua de lluvia sigue suplementando gran parte de los cultivos, una expansión agresiva de los plantíos que tenga el propósito de satisfacer ésta demanda podría tener efectos negativos considerables.
Por último, y retomando el tema de la expansión agresiva, éste movimiento representa quizá la mayor contradicción dentro del esquema “sustentable” que proponen los pioneros de la implementación agresiva de los biocombustibles. Sus cálculos suelen ser correctos cuando aseguran que, en materia de impacto de dióxido de carbono, los números pueden ser neutros (dígase, no hay impacto) o negativos (se emite menos dióxido del absorbido). Sin embargo, ¿qué sucede cuando el espacio cada vez es menos y se requieren hectáreas y hectáreas para plantar? Los bosques y áreas verdes, cuyo poder de retención de carbono es superior al de los cultivos, son reducidos en tamaño para propulsar la economía de estos combustibles. Es evidente que los números no cuadrarían a largo plazo si se mantiene una mentalidad que peca de inconsistente.

A manera de conclusión se desea aclarar que los biocombustibles no son una falla dentro del ingenio humano que merece ser eliminada y jamás implementada de nuevo: por el contrario, es una solución que puede ser complementaria con otros métodos para reducir el impacto medioambiental causado por el hombre; Brasil, como se mencionó antes, es una excepción a la regla por su infraestructura agraria actual. Sin aras de hacer promoción a la energía solar, mas es triste saber que las celdas fotovoltaicas proveen de más energía, metro por metro, que un plantío destinado a los biocombustibles en muchas ocasiones.

CColaboradores:
Equipo 6
  • Hilda Nallely Cardoso Estrada
  • Zayra Samantha Ruiz García
  • Diana Paulina Cortés Farías
  • Jorge Alberto Sierra Espino
  • Juan Mattei Haga

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